Parece que la providencia quiere que no nos libremos de Chávez
sin haber asimilado la lección que la historia se empeña en
darnos y que nosotros, tercamente nos negamos aprender.
Para derrotar a éste gobierno, necesitamos derrotarnos a
nosotros mismos, a las pulsiones que hemos arrastrado durante
siglos.
Kavafis, en su poema "Itaca", dice que no hay que temer a
Lestrigones ni a Cíclopes y mucho menos al fiero Poseidón,
porque nunca hallarás a tales seres en tu camino, a menos que en
tu alma los lleves dentro, a menos que tu alma los ponga delante
de tí.
Nuestra alma colectiva nos ha puesto delante un espejo
para que veamos, si tenemos la suficiente fuerza espiritual para
hacerlo, todos nuestros horrores: autoritarismo, demagogia,
desapego a las leyes y muchas otras calamidades.
Por nuestro empeño de sacar un clavo con otro clavo, nos hemos
crucificado en nuestras miserias.
Se requiere de una fuerza espiritual extraordinaria, casi
mística, para salir de éste laberinto, de ésta absurda expresión
de lo que somos. Chavez no es "el otro", sino un nosotros
llevado a radicales extremos.
¿Cuando se va? Es la pregunta incesante de la gente.
Se irá cuando se vaya de nuestra alma, cuando tomemos la
decisión de que desaparezca, que sólo puede producirse desde la
certidumbre de una intimidad convertida en sentimiento
colectivo.
Se irá desde la sensatez, desde la razón, o se quedará para
siempre con rostros y nombres distintos. No es, como ven, poca
cosa lo que está en juego: se trata de construir entre todos el cuento de lo que
queremos ser y, sobre todo de creérnoslo.
Hay un vivo y un inteligente cabalgando en las montoneras de los
siglos y el primero siempre ha ganado las batallas; ya es hora
de que le toque al otro. Sería muy sencillo el desenlace si
pudiéramos identificarlos en bandos, por la huella dactilar que
van dejando a lo largo de nuestros fracasos. Pero no la cosa es
más grave, coexisten en cada uno de nosotros, como una suerte de
Dr. Jeckil y Mr. Hide. Por eso la lucha es afuera y es adentro, para
domar nuestros monstruos, para hacerlos desaparecer del mundo
exterminándolos en nuestro propio espíritu.
No queda mucho tiempo, y los abismos contrariamente a lo que a
primera vista se cree, pueden ser infinitos.....
Pedro León Zapata
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