por Rafael Muci-Mendoza
“No podemos eliminar una acción enemiga”. Así se expresó en mayo de 1993 el ministro de exteriores cubano. Habían aislado un enterovirus en 96% de 47 pacientes en quienes se había estudiado el líquido de la columna. Algo increíble, un prodigio nunca visto con este tipo de virus. No dejaba de llamar la atención el hecho excepcional de que en los líquidos no había traza de inflamación y el manido virus no afectaba a los niños ni a concentraciones humanas como cuarteles. ¡Sorpresa! No existían datos de las historias clínicas de esos pacientes. Examinaban números, no enfermos. Virología realizada en ausencia del paciente y sus síntomas. Alcanzaba su acmé en Cuba una epidemia llamada de “neuropatía” que comprometía el nervio óptico y los nervios periféricos llevando a la ceguera y que terminó por afectar a 50.862 personas. La causa no era otra que la socialización de la miseria a pesar de una ayuda soviética anual de entre 900 y 1500 millones de dólares. Esos recursos peleaban en Angola mientras los isleños enceguecían. Una de las paradojas del socialismo que ama -¿odia?- al pueblo. El virus nunca fue aislado ni en el Instituto Pasteur de París ni por los virólogos de Bethesda, USA. El “virus del imperialismo” era hambre pura y simple, una forjadura, una trágica mentira…
Ignorancia, maldad y corrupción en medio de la abundancia, han permitido que Venezuela haya regresado a inicios del Siglo XX, cuando la salud pública era precaria y los conocimientos escasos. Las espantosas cifras de dengue, paludismo y chagas son una bofetada a los hacedores de patria que a lomo de mula vencieron poderosas endemias. ¿La explicación? Mística, una palabra inexistente en el diccionario de los “bolivarianos”. No existe el compromiso, no existe la moral, no existen los conocimientos, nadie se sonroja… La gelidez del corazón de estos sujetos no tiene parangón; escurren bultos visibles mientras se destapa la fetidez de la muerte.
Ahora es otro el virus, un ‘quinto’ serotipo productor de dengue, “producto de una guerra biológica”, un “CIA-virus” agresivo. Si hubieran regalado pipotes con tapa para almacenar el agua y así romper el ciclo del patas-blancas, y no bombillos productores de mercurio contaminante, otra historia estuviera siendo contada…
rafael@muci.com
martes, febrero 19, 2008
La ecolalia…
por Rafael Muci-Mendoza
Eco era una ninfa mitológica de los bosques que amaba su propia voz. Zeus la empleó para distraer a Hera su esposa, así que no le descubriera en adulterio. Hera, la más bella de las inmortales, descubrió el engaño y condenó a Eco a repetir sólo las últimas palabras que llegaban a sus oídos, de suerte que siguió repitiéndolas sin cesar hasta que de su ser sólo quedó la voz.
Ecolalia es una perturbación del lenguaje en la que un sujeto, a modo de eco, repite involuntariamente y en forma automática, inmediata o retardada, palabras de otra persona en lugar de ofrecer respuestas. En la mitología ‘bolivariana’, el ungido hace que sus delirios converjan hacia sí mismo, se considera como centro de atención de todos los pensamientos o actos de los demás y adora su propia voz, repitiendo frases y expresiones proferidas por Fidel; sus siervos, ausentes de noble moral e incapaces de tomar iniciativas con base a propia conciencia y parecer, repiten y cohonestan las excentricidades, desatinos y groseras expresiones de aquél. La negación o tergiversación de la verdad es para él, artículo de fe; para lo otros una oportunidad para la lisonja y el burdo arrastre.
Directores de hospitales desguarnecidos, escogidos de entre los más serviles, se guarecen en sus cubiles, se tornan invidentes, luego sordos y al fin, ecolálicos. Ninguno oye, ninguno hace, todos mienten, la impunidad campea… La remodelación de nosocomios sin la previsión que obliga el sentido común, lanza sobre la humanidad de desnutridos indefensos, el polvo ancestral con hongos y bacterias. Los médicos residentes y los estudiantes de medicina han expresado opinión y han sido minimizados. ¡Los enfermos son la flor de la maravilla! -les responde- Sin sangre joven, los hospitales y directores nada serían. …
rafael@muci.com
Eco era una ninfa mitológica de los bosques que amaba su propia voz. Zeus la empleó para distraer a Hera su esposa, así que no le descubriera en adulterio. Hera, la más bella de las inmortales, descubrió el engaño y condenó a Eco a repetir sólo las últimas palabras que llegaban a sus oídos, de suerte que siguió repitiéndolas sin cesar hasta que de su ser sólo quedó la voz.
Ecolalia es una perturbación del lenguaje en la que un sujeto, a modo de eco, repite involuntariamente y en forma automática, inmediata o retardada, palabras de otra persona en lugar de ofrecer respuestas. En la mitología ‘bolivariana’, el ungido hace que sus delirios converjan hacia sí mismo, se considera como centro de atención de todos los pensamientos o actos de los demás y adora su propia voz, repitiendo frases y expresiones proferidas por Fidel; sus siervos, ausentes de noble moral e incapaces de tomar iniciativas con base a propia conciencia y parecer, repiten y cohonestan las excentricidades, desatinos y groseras expresiones de aquél. La negación o tergiversación de la verdad es para él, artículo de fe; para lo otros una oportunidad para la lisonja y el burdo arrastre.
Directores de hospitales desguarnecidos, escogidos de entre los más serviles, se guarecen en sus cubiles, se tornan invidentes, luego sordos y al fin, ecolálicos. Ninguno oye, ninguno hace, todos mienten, la impunidad campea… La remodelación de nosocomios sin la previsión que obliga el sentido común, lanza sobre la humanidad de desnutridos indefensos, el polvo ancestral con hongos y bacterias. Los médicos residentes y los estudiantes de medicina han expresado opinión y han sido minimizados. ¡Los enfermos son la flor de la maravilla! -les responde- Sin sangre joven, los hospitales y directores nada serían. …
rafael@muci.com
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