jueves, octubre 06, 2005

Manos arriba y sal de aquí

Por JURATE ROSALES

Al tratarse de magnates a escala mundial, la pérdida de unos silos para la Polar o de un acopio de tomates para la Heinz no es el fin del mundo ni para ellos ni para nadie, pero el camino abierto hacia la abolición de la propiedad privada, sí lo es.

Se trata de billonarios que aparecen en la selecta lista de los más ricos del mundo en la revista Forbes, el venezolano Lorenzo Mendoza, dueño de la Polar y Teresa Heinz esposa del fallido candidato presidencial norteamericano John Kerry, dueña de las empresas Heinz en USA y en los 5 continentes.

Unos silos de la Polar en Barinas y una procesadora de salsas de tomate Heinz en Monagas fueron intervenidos en Venezuela manu militari y la exigencia oficial es que esas empresas incluyan en su mesa directiva a un 75% de representantes de... ¿los invasores?

El sistema es el que ya se utilizó para someter a la Fuerza Armada,cuando oficiales emblemáticos en cuanto a su liderazgo o capacidad técnica, como el general Carlos Alfonso Martínez de la Guardia Nacional o el General Francisco Usón del Ejército, son encarcelados y condenados. La lógica es que todos los demás deben pensar “si se lo hacen a él, que no harían conmigo”.

De hecho, las fracciones intervenidas de la Polar y la Heinz son parte de un proceso de nacionalización, como el que privó cuando fueron invadidos los hatos de El Charco y Piñero, el primero propiedad de una transnacional británica y el segundo de la emblemática familia Branger. Una vez dado el ejemplo atacándose a los más pudientes, sigue en escala descendiente la invasión de decenas de hatos de diverso tamaño, o el anuncio de la lista de 700 empresas que serán “nacionalizadas” y transformadas en cooperativas.

La lógica es simple: si la Heinz o la Polar no han podido defenderse,menos lo intentarán los que son mucho más débiles. Es un “manos arriba y sal de aquí” que empieza en forma selectiva y luego pasa a ser generalizada Operación miedo La clave de los regímenes comunistas del pasado y del cubano en el presente es un buen manejo del miedo. Nada es casual y los métodos de sometimiento son un arte que ha sido refinado primero por la KGB, luego por su alumno, el G-2 cubano, y ahora es aplicado por el gobierno de Hugo Chávez.

Se utiliza en todas las escalas empezando por el ciudadano común, quien debe saber que es vigilado, que para ello se prepara el control computarizado de su hoja de vida y un sistema de milicias en cada rincón del país (para ello se proyecta una nueva cedulación y está la recién aprobada Ley de la Fuerza Armada). La nacionalización de la tierra y las empresas, también empieza, como ya se ve, con la muestra de indefensión de los más fuertes, para que sirviesen de ejemplo a la hora de someter a los débiles.

Cuando llegue el momento (¿después de las elecciones presidenciales del 2006?) de la nacionalización de todos los bienes en manos privadas -cuenta bancaria, casa o terreno-, ya la población estará acondicionada para saber que no puede resistir. Lo interesante es que todo se hará “legalmente”, con leyes aprobadas por un parlamento de mayoría oficialista, pero cuya elección ya habrá sido legitimada este próximo mes de diciembre por la participación en las elecciones de los partidos de oposición.

Si alguien duda de que el plan es acabar con toda propiedad privada, bastaría que eche un vistazo a los llamados “documentos de propiedad” que el gobierno entrega a quienes reciben una parcela, sea de campo o el terrenito donde está su rancho. Lo que se entrega no es la propiedad, sino el usufructo de ese terreno.

La propiedad, por lo tanto, es del Estado. No hay improvisación En los siete años que tiene Hugo Chávez ejerciendo la Presidencia,nunca mintió cuando habla de lapsos en el avance del sistema que tiene previsto para Venezuela. Habló de la “profundización” de la revolución a partir del 2005, de un plan escalonado hasta el 2021 y del período de”transición” que es el actual. No se ha aprobado ninguna ley que no fuera el marco legal preparado para regir después del período de transición.

Cuando un renglón acusa resistencia, como ocurre con la Ley de Educación, simplemente coloca esa futura Ley en el congelador para volver a sacarla cuando la población ya será menos dada, o menos capacitada, a resistir. Cada ley y cada nueva imposición se aprueban por turnos, en el momento preciso en que su avance percibe menos resistencia en la población.

Actualmente, cuando unos ciegos, sordos e idiotizados partidos políticos creen que se la comen participando en las próximas elecciones legislativas el régimen aprovecha esa debilidad para atacar las empresas privadas con un globo de ensayo contra el cual Fedecámaras, también idiotizada con promesas hechas públicamente a la nueva directiva, no cree necesario luchar a fondo.

No entienden que no se trata de magnates como la Polar o la Heinz, capaces de resistir eso -que para ellos es menudencia- y mucho más. Se trata de un principio, el de la propiedad privada, que cuando se abandona, es como un dique roto para dar paso a la inundación. Si la práctica demostrara que al abandonar el principio de la propiedad privada se logra una más equitativa distribución de la riqueza, pues, bienvenida sea, pero la práctica ha probado centenares de veces que sólo se logra incrementar la pobreza.

Aúnque pensándolo bien, cabe recordar que la pobreza es otro importante instrumento de poder en los regímenes comunistas que insisten en llamarse “socialistas” (y en este caso quiere llamarse “socialismo del siglo XXI”). Sólo una población agobiada por las necesidades y dependiente de las dádivas oficiales, adquiere la obediencia pasiva que el régimen necesita.

Sobre eso, son muchas las pruebas que nos brinda la historia: Stalin sometió a los pequeños terratenientes cuando mandó a quemar sistemáticamente el trigo cosechado en Ucrania, creando una hambruna que cobró millones de vidas, lo que le permitió nacionalizar toda la propiedad privada de las tierras y someter al campesinado durante los siguientes 60 años. Fidel Castro aprovechó con alegría el bloqueo norteamericano para imponer el hambre y las libretas de racionamiento.

Chávez reemplaza las libretas por Mercal -gigantesco distribuidor de comida subsidiada-, pero para que éste cumpla su rol de centro de dádivas, necesita destruir la competencia, que es la empresa agroalimentaria privada. La primera carga de caballería en esa guerra de largo alcance, se dirigió hacia la harina de maíz de la Polar y la salsa de tomate de la Heinz. Si alguien cree que esa escogencia es mera casualidad, que se baje de esa nube y empiece a ver lo que vendrá después.

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