Lunes, 02 agosto | 7:21 PM
La carta de Jacinto Convit: "En medio de una batalla campal no se puede construir una nación"
Creo en la juventud
Encontrar en la vida un deseo, una pasión para vivir, es un impulso fundamental.
Uno nunca puede pensar en el futuro si no trae la historia. La historia enseña mucho, cómo comenzó, cómo se desarrolló. Se hace camino al andar.
La Leprosería de Cabo Blanco, en Maiquetía, Venezuela, lugar espantoso donde predominaba la miseria y el dolor, fue para mí una escuela de bondad. Cuando estudiante hice una visita a Cabo Blanco. Me impresionó la situación de un grupo muy grande de pacientes, serían cerca de mil, donde la situación era tan grave que no tenían ningún tratamiento, estaban execrados, rechazados por una sociedad profundamente egoísta, incapaz de entender lo que es el dolor humano. Sentí un gran deseo de trabajar por esa gente, de ver qué podía hacer por ellos.
Una vez graduado y trabajando en ese lugar, lo primero que hicimos fue estudiar la posibilidad de desarrollar un tratamiento que curase la enfermedad, que acabase con las leproserías y con las leyes que obligaban al aislamiento compulsorio. Ese fue el objetivo.
Con un grupo de ocho jóvenes estudiantes de medicina, que tendrían para aquella época alrededor de 22 años y yo, que tenía 24, nos dedicamos con pasión a trabajar para liberar a un grupo humano que era perseguido por su enfermedad. Con nuestra vocación y la experiencia de un equipo de excelentes profesionales, dimos con una solución efectiva.
Con resultados en mano, nos dirigimos a las autoridades y les dijimos: "miren, se está cometiendo un error grave al aislar compulsoriamente a estas personas, separarlos de sus seres queridos crea una gran tragedia en los grupos familiares y nosotros encontramos una solución". Lo que teníamos era el deseo de luchar por la libertad, un derecho al que no se puede renunciar.
El prejuicio es el elemento más grave y más difícil de combatir. Creo que no se ha estudiado a fondo y parece que no es un asunto que resuelva la educación. Como decía Goethe "ser humano es un deber". El estigma afecta a la sociedad y hace extremadamente difícil el control de la afección, incide sobre la familia y sobre el enfermo mismo, quien se esconde para evitar el rechazo. No hay nada que alivie más a un ser humano de su sufrimiento, que ser liberado de la marca de un estigma.
Yo creo que los sentimientos de amor hacia el ser humano van a estimular en él la vocación de servicio, que no es otra cosa que pura y simplemente un profundo amor a la vida. El que tenga facilidades para amar a los demás, que lo haga con lo que disponga. Luchar por la felicidad de los demás, sirve para la evolución de uno como persona. Dedicarse con ahínco a tratar de mejorar la situación del prójimo es fundamental en la vida.
Lo importante es que la gente progrese, transforme su forma de vida y tenga lo suficiente para ser feliz, que tenga salud y educación. La sociedad tiene que comprender que la salud es la base para el progreso.
Para la evolución es preciso la autonomía, la iniciativa, la disposición para el esfuerzo, las evaluaciones periódicas para asegurarse de que se está en la vía correcta. Es necesario impulsar la vida del pueblo para que este tenga la información suficiente, para que se organice y obtenga los recursos requeridos. El maestro tiene que aprender, tiene que impulsar la evolución. Los padres y la organización familiar deben edificar la estructura para el desarrollo de la persona desde el comienzo de la vida.
Los hombres de ciencia, los científicos, luchamos contra lo imposible, consagrándonos a los demás, transitando los posibles caminos para lograr que la vida se parezca cada vez más a la vida. Cuando tengo un ratico libre, me gusta soñar en las otras cosas que quisiera hacer por esos otros pacientes cuyas enfermedades aun siguen sin respuesta alguna. De allí surgió el interés por el modelo de una inmunoterapia del cáncer, que venimos desarrollando como un estudio que puede resultar importante.
Hay mucha gente con un lenguaje depresivo, insistiendo en que estamos mal. Creo que, al contrario, tenemos que formar a los jóvenes con la capacidad de superar las situaciones, sin importar las dificultades en las que se encuentren. Debe haber un cambio de actitud. Los hombres aman más el esfuerzo y la producción hecha por ellos mismos.
Me gustan los filósofos que hablan del porvenir y de la proyección sobre el futuro del mundo. Los países se hacen pensando y haciendo. Hay que crear un ambiente adecuado para el pensamiento. En medio de una batalla campal no se puede construir una nación. Las naciones se hacen cuando se complementan todos y se ponen de acuerdo.
Creo en la sociedad, creo en la juventud, que son los que deben cargar ese peso importante, hacer un esfuerzo enorme. Nosotros haremos, con el tiempo que nos queda, todo lo que podamos, pero ellos tienen que hacer esa carrera de relevo.
Jacinto Convit
2 de agosto, 2010