No temple tanto comandante, que todo principio violento tiene un fin melancólico...
Dicen, se contradicen, se desdicen, juran, perjuran, abjuran; hoy mi hermano del alma, mañana mi jurado enemigo; hoy el imperio genocida, mañana cómo quisiera una foto con Obama; antes flaco y desmirriado, hoy opado y opulento; hoy enviar tropas a la frontera, mañana, amamos la paz. Ayer, acabaremos con la corrupción; hoy, rodeado de corruptos -más vale prontuario delictivo que currículum vítae. Como el personaje de la fábula de Andersen, cree estrenar un nuevo traje de palabras en cada revulsivo mitin, pero la ignorancia no le ayuda: sus palabras le denuncian, lo traicionan, lo dejan en total encueración. Puede adivinarse qué palabras teñidas de odio pronunciará. ¿Qué clase de hombres dirigen el destino de nuestro país? Pusilánimes, de poco espíritu, de ninguna expedición; así tipifica el DRAE el hombre para poco. Son seres desnudos, tejidos en palabrería vacía y sin obra que mostrar, llenos de farsa y fraude. Se manifiestan desnudos de cuerpo y alma en sus peroratas. Sus aliados, miembros de la izquierda oportunista y de alma miserable, siguen pasos ensangrentados; con él han vendido el país y se arriman al carro del vencedor defendiendo sus canonjías, un "ponme donde haiga", un "quítate tu para ponerme yo": no hay honor entre ladrones.
En la antípoda, ubicado el hombre de hecho, aquel que cumple su palabra. "Mi palabra vale más que un documento", sentenciaba el humilde inmigrante que fue mi padre con inconmovible convicción. Bajo esos lineamientos fuimos forjados y en esa dirección educamos a nuestros hijos en lo biológico pero también en lo intelectual; así también influiremos en nuestros nietos. Por ello, no hay políticos mendaces en mi familia.
No temple tanto comandante, que todo principio violento tiene un fin melancólico.
rafael@muci.com
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