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por Laureano Marquez.
Advertencia: Lo del Libertador desfilando en un sambódromo del carnaval de Río, por más que parezca, no es invento de los humoristas. Salvo que haya sido una pesadilla colectiva, sucedió, y financiado por una institución del Estado venezolano.
El colmo sería que quienes propiciaron tamaño despropósito acusen a los humoristas de irrespeto a la figura del Padre de la Patria. De todos modos, los personajes del texto que sigue a continuación son ficticios, porque al parecer nada dejaron en nuestra alma. Cualquier similitud con hechos y personajes de la vida real es pura vergüenza.
CONCIUDADANOS:
Atónito, desde esta patria inmutable que llaman la eternidad, donde no hay batallas que pelear porque todos somos libres, he visto una supuesta representación mía desfilar en una ciudad de la vecina ex colonia portuguesa. No me ha molestado tanto el hecho en sí, como las burlitas de Páez y Santander, que se encuentran aquí conmigo en esta suerte de limbo al que venimos los guerreros.
Mayor ha sido mi pesar cuando mi fiel amigo, el gran Mariscal de Ayacucho, me ha notificado que los promotores de tamaño desaguisado han sido mis compatriotas. ¡Carajo!, quedar para el carnaval es como demasiado, venezolanos, por muy grande que haya sido el daño hecho por mí.
No contentos con expulsarme de los confines de mi patria, ahora me avergüenzan en tierra extraña.
VENEZOLANOS:
La cursilerías de capas y lentejuelas, tan del gusto de Napoleón, parécenme a mí ridículas. No soy un disfraz, compatriotas y tampoco el Rey Momo. Nunca quise la corona y menos ésta. La verdad es que, con soldados emplumados como aquellos de los cuales me rodeásteis, no habría pasado de Mérida.
Ni siquiera Miranda, que es un hombre de mundo, vio en vida nada igual, según me ha dicho, y agregó que, por mucho menos que eso, rodaron cabezas en Francia.
Se queja el precursor de que, después de haber tenido el atrevimiento de hacerme objeto de culto carnestolendo, ni siquiera hayáis tenido la gentileza de colocar una garota a mi lado, de las tantas —de gran hermosura— que hubo en el desfile.
Quizá pensásteis que una mujer desnuda junto a mí podría dañar mi reputación. ¡Qué considerados! Ya que no tenéis genio para la grandeza, deberíais tenerlo, al menos, para el mal.
COMPATRIOTAS:
Ni siquiera en mi delirio sobre el Chimborazo me pasó por la cabeza nada parecido.
De todos modos, la imagen es reveladora: Me habéis convertido en caparazón de vuestras miserias. En vez de moral y luces, más me habría valido decir “papelillo serpentina son nuestras primeras necesidades”.
VENEZOLANOS:
Mis últimos votos... Pero qué digo, si para ustedes poco importan los votos.Tengan piedad, si no de mí, de vosotros mismos. Mirad que la vida es breve y larga la eternidad.
Que se los digo yo, vencedor de Bomboná, Pichincha, Carabobo y ahora también de Río.
Os lo ruego: dejadme morir en paz.
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