martes, mayo 17, 2005

Guerra o Genocidio? Para que nos Preparamos?

Por: Alberto Rodriguez Barrera

Muchos líderes, mundiales y locales, son rápidos para condenar las matanzas masivas pero lentos para tratar de detenerlas. A estas alturas del partido, el genocidio es un hábito que la humanidad puede eliminar, y es posible enseñarle al mundo cómo. La indiferencia con el genocidio es el criterio de prueba final para la “realpolitik”.

“No es nuestro problema”, dicen los realistas, agregando que la larga historia de masacres de la humanidad demuestra la futilidad de tratar de detenerlas. Las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas condenan las masacres, pero sus miembros se han acostumbrado sólo a pedir perdón después que se suceden, no a realizar acciones preventivas.
Eso se llama falla moral. Reportamos que hay que intervenir en áreas problemáticas antes de que se conviertan en el “próximo” holocausto.
La comunidad internacional no es una abstracción, debe ser una fuerza poderosa a ser movilizada por el bien común. Y el caso para la acción depende tanto de los intereses nacionales como de los ideales humanitarios.
Gente matando gente – hasta masivamente- es algo tan viejo como la humanidad. Y ha sido después del final de la Guerra Fría que hemos adquirido la capacidad para hacer algo al respecto, aunque no veamos mucha reacción internacional o consciencia sobre el sufrimiento de otros.
Lo hemos hecho muy bien con la globalización de nuestros vicios: enfermedades, terrorismo, crimen, narcóticos, explotación de las mujeres en prostitución y de los niños en trabajo forzado, y demás. Pero la globalización de nuestras virtudes –gobiernos competentes y respuesta efectiva a las crisis cuando surgen en vez de después de que pasan- brillan por su ausencia.

¿Qué pasa con el cultivo humano de los asesinatos? Una escuela de pensamiento acentúa los odios ancestrales étnicos y afirma que debido a que la cultura casi que es genéticamente determinada, matarse está en los genes culturales de la sociedad. Otros dicen que eso es pura porquería y que está en las cosas materiales como el control sobre la tierra, agua, y los recursos. Y hay un tercer segmento que culpa a la política: políticos irresponsables que saben cómo combinar prejuicios y odios étnicos ancestrales con ansiedades colectivas sobre la escasez de recursos.
La combustión espontánea no es realmente una manera apropiada de pensar sobre el surgimiento de la violencia masiva. Sean cuales sean los otros ingredientes, a pesar de lo mucho acumulado en males anteriores, lo que importa es la traducción de esos ingredientes y los males en compulsiones para actuar de manera incivilizada.

CRISIS Y ACTORES

Hay dos clases principales de causas para reconocer los diferentes tipos de crisis humanitarias: la codicia del poder político, así como el beneficio económico, y los males basados no necesariamente en la privación absoluta sino en la privación relativa y la discriminación por virtud de la membresía en un grupo particular. A veces las dos se sobreponen.

Pero algo es siempre necesario para activar las corrientes y tensiones existentes bajo la superficie. Y casi invariablemente ese algo es personal y relacionado a los individuos y al liderazgo político que proveen. Lo que traduce la codicia y el mal en catástrofe es –como lo hemos visto una y otra vez- la emergencia de gente en escena que son lo suficientemente inmorales para encender la chispa y jugar con el mal o llevar la temática a dimensiones que van más allá de cualquier límite racional.

Nunca es un ejercicio superficial o inútil intentar y comprender las causas de cualquier conflicto dado. No se trata de simples tipologías. Hay conflictos que tienen profundas dimensiones estructurales, y aquellos que carecen de dimensiones visibles de ese tipo y sólo causas aproximadas.

No estamos condenados a responder de una manera totalmente arbitraria y ad hoc sin la creación de arreglos institucionales para anticipar y tratar inteligentemente con estas situaciones, de forma civilizada, a medida que surjan.

Hay que apasionarse por las estructuras porque es posible trabajar en estos problemas de manera mucho más sistemática que lo hecho en el pasado: sólo esperar que las cosas exploten en nuestra cara. Son posibles las estructuras preventivas.

Una vez que la crisis está en marcha debemos saber qué hacer y cómo prevenir, más aún después de que hay evidencia significativa de que en una región, país o área geográfica hay gente a punto o siendo asesinada por otra gente y por razones políticas, materiales, militares, criminales, históricas, o étnicas.

Y también debemos saber que la comunidad internacional debería estar preparada para intervenir –militarmente de ser necesario- de manera muy directa. Es mucho más preferible que ocurra la intervención del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en cumplimiento con los términos de la Carta de las Naciones Unidas o de los recursos de las organizaciones regionales que trabajan bajo la directa autoridad de las Naciones Unidas, especialmente cuando se trata de una crisis humanitaria con violaciones de los derechos humanos, asesinatos y demás.
La realidad básica de la comunidad internacional es que hay dos grupos discutiendo.

Un grupo está a favor de la legitimidad de que uno o más países intervengan en otro una vez que haya evidentes violaciones de los derechos humanos y haya capacidad de hacer algo al respecto. La otra mitad de la comunidad internacional favorece la primacía de la soberanía y está extremadamente en contra de contemplar la legitimidad de países interviniendo en cualquier circunstancia fuera de la Carta de las Naciones Unidas.

Debemos contemplar este debate estéril y re-pensar los puntos básicos. No se trata realmente del derecho de alguien para intervenir en los asuntos internos de otro. Se trata de la responsabilidad u obligación de proteger a aquellos que van a ser, o ya están siendo, víctimas de abusos de derechos humanos, incluyendo la violación de su derecho a la vida.

La comunidad internacional esta integrada por un elenco capaz de influir para bien e incluye gobiernos, organizaciones no gubernamentales, organizaciones multilaterales; un elenco que va cambiando con la obra, concéntrico: los miembros del Consejo de Seguridad, que determinan un repertorio de respuestas disponibles, y otros muchos actores activos.

CIUDADANIA

La buena ciudadanía internacional no es un asunto de caridad. Es un asunto de duro interés nacional: el interés de un país en ser o estar visto como un buen ciudadano internacional es un interés nacional tan importante como las dos metas de interés nacional tradicional en que siempre pensamos: seguridad y economía. Hablamos aquí de toda una serie de problemas que están más allá de la capacidad de cualquier país de resolver por sí mismo, no importa cuán rico o poderoso pueda ser el país (ejemplo clásico es Estados Unidos).

Lo que es cierto es que cada país puede beneficiarse mucho más con la búsqueda de cooperación. No se beneficiará en cada cosa, porque hay cosas que le importan mucho más a uno que a otro. Pero estar cooperativamente preparado para tomar las cosas en serio y trabajar para establecer consenso sobre ellas implica estar en la posibilidad de beneficio cuando se trata de la cosa de nuestro interés, nuestra prioridad. Así es que de manera directa e inmediata, los países tienen interés en ser buenos ciudadanos internacionales.

El segundo elemento de este concepto es la apariencia de ser un buen ciudadano internacional. Los intereses nacionales egoístas no siempre deben ser puestos de primero. Un buen ciudadano internacional no es equivalente a las buenas obras de un boyscout. Lo que hay que hacer es trasladar el tipo de valores queridos por aquellos de nosotros que podríamos ser boyscouts de corazón para convertirlos en un vocabulario de discurso político concreto. El lenguaje del interés nacional se ha convertido en alma y corazón de la respuesta al concepto de una más grande responsabilidad internacional.

No todo puede fundamentarse en el interés nacional y hay que señalar cuando alguien se está beneficiando de este tipo de actividad. Por ejemplo: no se puede vetar a la Corte Criminal Internacional abriendo un brecha entre lo que se está pidiendo a otros que haga y lo que se está haciendo en casa.

El trabajo de colaboración internacional quiere decir a menudo la coordinación de intereses nacionales de maneras complejas. Los países deben acordar la división del trabajo, quién hace qué, y cómo colaborar.
Ese proceso es a veces complicado por consideraciones políticas locales. Cuando se van llenando las calles de soldados, se suceden todo tipo de posibilidades no previstas; agréguese a esto unas milicias improvisadas y el caldo se complica.

En un mundo ideal, unas fuerzas policiales bien armadas –en vez de las fuerzas militares- pueden proveer en mucho la respuesta correcta. Cuando se hace lo que se quiere por vía de la fuerza masiva, diciéndole al mundo que no es cosa suya y que no se meta, el asunto se vuelve una caricatura.

SOBERANIA

Cuando se hacen reclamos fundamentados para reconocer y proteger a un país, no se trata de cortar la soberanía en pedazos, especialmente en cuanto concierne a temas de derechos de minorías versus mayorías.
La soberanía le importa a los países, y la realidad del compromiso de la gente con su soberanía e identidad tiene que ser respetado. Pero las fronteras de la soberanía hoy son más porosas que antes. No se ha acabado la era de los estados soberanos, pero existe una erosión en la fuerza de la soberanía tradicional. Véase a la Comunidad Europea.
En los países en desarrollo, la soberanía se ha ganado con costos y es un fenómeno reciente.
En los países desarrollados hay más voluntad para reconocer la flexibilidad y la disminución del significado de la soberanía, aunque hay casos –como la neurótica soberanía estadounidense- en que la rigidez se mantiene en algunos casos específicos. Lo que enfurece de Estados Unidos es que sus líderes asumen tener derechos de trato preferencial.
Pensar claro en las relaciones con Estados Unidos comienza por comprender que no está en el interés de ellos ni en el de cualquier otro país ser un acólito servil. La razón para ello es que la capacidad demostrada por la independencia de pensamiento en evaluación de políticas es un hecho extremadamente valioso, para el mundo y para Estados Unidos.

Hay que tomar los argumentos en serio, no sólo adelantar la búsqueda de intereses. Al tratar con Estados Unidos, el peso puro de intereses en competencia –los tuyos contra los nuestros- no ganará el argumento, no porque sean más grandes y fuertes en el concurso de voluntades sobre los intereses en competencia, sino porque el sostenimiento de nuestras posiciones particulares deben ser desarrolladas con creatividad e imaginación argumentales.

Y en esto es clave entender la fuerza de sentimiento que está en juego, que toman en cuenta los creadores de políticas estadounidenses y que toman seriamente.

PREVENCION

Prevenir el genocidio requiere de estrategias de dos categorías: estrategias de prevención estructural y estrategias operacionales.

Ellas básicamente reflejan la diferencia entre respuestas a largo plazo y a corto plazo. Las respuestas involucran una combinación de técnicas: diplomáticas, económicas, y estrategias de apoyo y medios militares. Pero hay diferentes niveles para mantener la paz con el uso de fuerzas militares. En el contexto preventivo, una es decirle a los malos que si se sobrepasan habrá consecuencias militares.

Adjunta a la diplomacia preventiva está poner fuerzas en tierra como compromiso simbólico. Hay variaciones que dependen de la situación específica.
No son cosas que se hacen de un día para otro, ni por trasplantes. Después de detener la matanza, la idea es afirmar las bases democráticas, el respeto a los derechos humanos, en lo cual pueden ayudar mucho las organizaciones no gubernamentales, evitando la corrupción y sus agendas cerradas, para exaltar un nuevo nivel de respuesta que los gobiernos no están en capacidad de proveer, más cuando se llenan de equipaje.

A menudo los gobiernos ni siquiera son buenos para hacer análisis básicos de un conflicto porque sólo ven las cosas a través del velo acumulado de su intención o cultura interna.
Existen grupos de prevención a nivel internacional (Human Rights Watch, Asia Watch, Amnesty International, International Crisis group) que se dedican a hacer buenos análisis, prescripciones de políticas y hábiles defensas, directamente para los creadores de políticas y para aquellos que pueden influenciar directamente o través de los medios de comunicación.

La misión siempre es prevenir y contener conflictos, y llamar la atención sobre las soluciones. Hacen un papel que no está siendo ejecutado por nadie más. Estas organizaciones permanecen en los países para identificar situaciones que pueden evolucionar hacia el genocidio o serias pérdidas humanas, y proveen informes sobre inteligencia, información y análisis sobre lo que creen que hacen mal los gobiernos.

Y la razón por la cual pueden hacer esto es que hay una reciente norma internacional que dice que los conflictos dentro de las fronteras de un país ya no son asunto exclusivo de ese gobierno, de ese país.

Estas ONGs compensan otra tendencia moderna: la emergencia del genocidio telegénico y el genocidio no telegénico. Cuando los genocidios son capturados y cubiertos por los medios, la consciencia del mundo se sacude y hay reacción. Hay también otros genocidios que se suceden bajo el radar de la pantalla y que son ignorados.

Alberto Rodriguez Barrera

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