PMB Comentario
En las ultimas semanas eventos planificados y otros fortuitos, secuenciados de forma casi mágica, han dado al traste con muchos de los escenarios comunes - incluidos los de este comentarista - sobre el futuro inmediato de Venezuela.
Errores de cálculo de distinta índole y comportamientos - colectivos e individuales - dignos de estudio, permiten divisar caminos de salida nuevos que si se transitan con buen juicio - y un poco de suerte adicional - nos permitirán sortear algunas de las peores e inmediatas consecuencias de esta destructiva ‘revolución’ Bolivariana.
No es que pasamos milagrosamente del pesimismo al optimismo, sino que pasamos de lo más malo a algo menos malo, del mal incalculable al mal cuantificable. Nada se dará sin esfuerzo y no hay ninguna garantía de éxito, pero al menos parecería que por un instante hay una alineación de circunstancias que permiten pensar que esa luz al final del túnel no es una mera ilusión.
Los errores (recientes) de HChF
Podemos comenzar este análisis de nuevas circunstancias evaluando la secuencia de errores recientes del Teniente Coronel Hugo Rafael Chávez Frías, quien, nos guste o no, sigue marcando la hora del diario quehacer de 28 millones de venezolanos. Estos errores de cálculo han reducido el margen de maniobra del régimen al mínimo y como resultado incrementado los opciones para toda una sociedad exhausta y arruinada por tanta confrontación, tan palpable incompetencia y tan peligrosa criminalización del poder.
Cuatro de los errores fundamentales fueron:
Ya para el día después de las sorprendentes primarias, el 'momentum' había cambiado pendularmente hacia Henrique Capriles - hacia la salida electoral y a la vista - y Chávez se veía como un demente, deambuleante y balbuceante.
Al instante, y así es que ocurren estas cosas, la mayoría de las Fuerzas Armadas entendió que había otra alternativa que tener que aguantarse a Chávez por 6, o mas, años. De repente había solo dos grupos en las FANB: unos criminales que se han arrodillado ante el autócrata y sus titiriteros en La Habana y por ello están hoy, vergonzosamente, en posiciones claves y todo el resto que ahora dice sin sonrojo (sea verdad o mentira) que "jamás fuimos chavistas, solo cumplíamos con un mandato constitucional y el Presidente Chávez fue elegido por el pueblo...el que venga recibirá idéntico apoyo...y hoy, mas que nunca, nuestro rol es asegurar que la voluntad popular no sea manipulada o burlada.” (cita textual de una conversación con un alto oficial en posición de hablar por muchos).
De la noche a la mañana pasamos de una institución diezmada por la hyper politización, las intrigas y la corrupción a una donde los elementos criminales están perfectamente al descubierto y se ven minimizados frente a una mayoría que ya no parece dispuesta a cumplir los caprichos de narco Generales y probablemente tampoco los del muy atolondrado Comandante en Jefe. Los Generales Rangel Silva, Alcalá Cordones y Suárez Churio podrán querer defender a Hugo Chávez hasta e final pero a menos que quieran propiciar una guerra fratricida - que les costaría la vida - seguramente entenderán que su mando efectivo - ese que permite movilizar tropas y no solo presidir desfiles - esta muy disminuido y quizá ya neutralizado.
Y de repente ‘volvió’ la enfermedad
La verdad es que el cáncer no se había marchado a ningún lado. Solo había dejado de existir en el imaginario, en los deseos, de ese 15% de venezolanos que según sondeos han mitificado a Hugo Chávez por convicción o por necesidad. El resto del país nunca creyó en la curación e incluso algunos hasta dudaban de una enfermedad que sentían había sido inventada para generar lastima e inflar - como en efecto sucedió - las cifras de simpatía en las encuestas.
Tras días de rumores torpemente toreados por sus mas cercanos voceros y colaboradores, Chávez tuvo que admitir - con visible molestia - que el sagaz y atrevido periodista Nelson Bocaranda tenía la razón y estaba mejor informado que Diosdado Cabello, ese nefasto Teniente golpista que recientemente había reaparecido bicéfalo en el tope del escenario político: jefe del PSUV, el partido de gobierno, y a su vez Presidente de la Asamblea Nacional. La forma en la cual Cabello entrompó - vía Twitter - a Bocaranda dejó claro que él - en contra de lo que muchos asumían - no es parte del muy reducido primer anillo de confianza y quizá tampoco esta llamado a ser el heredero.
Si el retorno de la enfermedad fue un baño de agua helada para el chavismo en general, la forma en que se manejó la comunicación fue una afrenta para quienes colaboran directamente con el enfermo. Ministros, vice ministros, directores generales de ministerios, diputados a la AN, presidentes de Institutos Autónomos y empresas del estado, altos oficiales de la FANB y embajadores quedaron como mentirosos y peor aun, como tontos útiles al servicio de un líder paranoico que no confía en ellos y que está enfocado en salvarse él y proteger a su familia, y en poco mas. Esta perdida de fe es corrosiva y las consecuencias pudieran ser irreversibles ahora que hay alternativa a la vista.
Los que se nos vino encima
La elección presidencial pautada - pero aun no convocada oficialicialmente por el Consejo Nacional Electoral - para el 7 de octubre, representa el horizonte mas distante que aguanta una discusión sobre el futuro de Venezuela. Ese constituye, lamentablemente y por ahora, el largo plazo. El estado de desarreglo y las múltiples incertidumbres aconsejan enfocarse en este plazo y hacerlo no solo como si fuese un período pre-electoral, sino entendiendo que será un período de muy frágil gobernabilidad donde no solo hay que ganar unas elecciones, sino que hay que ir preparándose para gobernar al ganarlas, o inclusive antes. Es difícil imaginar un periodo normal de transición post elecciones y bastante urgente imaginarse (y planificar) como se lograría - con éxito - un desembarco súbito en el poder.
Para simplificar - y no perder mucho mas tiempo - concluiremos que Hugo Chávez, a consecuencia de su enfermedad y/o por la terrible pérdida de credibilidad resultante de sus errores recientes, es incapaz de ser candidato. No obstante, será una obligatoria y controvertida figura de referencia en el muy complejo proceso político que se nos vino encima.
El problema que resulta de esta tajante conclusión es que no hay, ni habrá, un sustituto viable para Chávez en el gobierno o en la candidatura del PSUV. Chávez es un personaje con un carisma único, con unos desequilibrios emocionales únicos y con una forma de conducir el estado que no permite sucesores o segundos actos. El Estado ‘chavista’ es un disfraz hecho a la medida de una persona con talante autocrático que encalló y gobierna gustoso en el caos. Redirigir el aparato chavista implicaría poner en manos de gente sin legitimidad alguna - escogidos a dedo por un líder disminuido - las riendas de un aparato burocrático-militar que viene desbocado y que al detenerse (o devolverse) se le verían las costuras y se le volarían los pernos. Si el Comunismo no tuvo segundo acto ni en Moscú, ni en Bucarest, el chavismo - tutti-frutti tropical - ciertamente no sobrevivirá el ocaso de su Yo, todopoderoso.
¿Entonces qué?
Entraremos en lo inmediato en una crisis de gobernabilidad que tiene tres componentes: la desaparición efectiva (y quizá física) del líder único, la marginalización del chavismo (y de la influencia cubana) en las Fuerzas Armadas y el crecimiento de la alternativa que representa Henrique Capriles y las fuerzas democráticas que lo apoyan (y que tendrán que protegerlo).
Al aumentar las probabilidades de una derrota electoral, el chavismo se desmoralizará aun mas y por ende la gobernabilidad irá disminuyendo. Es muy probable que salgan al aire testimonios contundentes sobre lo que ocurre gobierno adentro, las traiciones - lo que los venezolanos llaman saltos de talanquera - serán diarias y la derrota puede que no espere a octubre. Un colapso súbito del gobierno tiene que ser considerado como un escenario bastante probable pues es difícil imaginar que el oficialismo va a aguardar paciente una derrota anunciada. La cámara lenta funciona bien en los deportes pero no así en el oportunismo político. Por ser alto el costo de perderlo todo, seguramente veremos actos violentos propiciados por quienes no van a saber entender que el juego se acabó (aunque sea 'por ahora'). Esta resistencia puede tener severidad diversa, pero de por si, lo que hará es precipitar aun mas el desenlace. No estamos hablando de un fin ordenado o desordenado, sino de un final posiblemente adelantado. Lo único que evitaría la derrota del oficialismo en las urnas es un desplome de la candidatura de Henrique Capriles producto de algún garrafal error o de un golpe certero del oficialismo. Esto sin embargo nos pondría no en la vía de una reelección chavista sino del caos mas absoluto.
El riesgo mayor en este período (y también luego) lo encarnan los elementos armados del chavismo y grupos criminales extranjeros que han montado guarida en el país con la anuencia traidora de las autoridades. No preocupan tanto los representantes oficiales y corporativos de China, Rusia y Brasil que, pragmáticos al fin, buscarán negociar arreglos con la oposición si continúa Capriles avanzando hacia la victoria. Lo que preocupa son las mafias variopintas, el Fidelismo que tiene a Venezuela como su caja chica y Plan B y por supuesto los millones de armas sueltas en un país donde la vida perdió todo valor y donde el odio de clases se tornó en política de estado. Es aquí donde el rol institucional de las Fuerzas Armadas tendrá que entrar a jugar. No tiene sentido andar de uniforme y jurar defender la soberanía, si no se busca recuperar de manera inmediata el monopolio de la violencia. No será nada fácil volver a poner a los militares en su rol de garantes de la constitución y efectivos preservadores de la paz, pero esa es su tarea fundamental en este momento y lo sera por muchos años mas. Es por esto que tenemos que entender que la salida pacifica, la salida electoral, la salida democrática pasa por los militares. Si deciden jugársela por el futuro de una nación libre, prospera y de veras soberana podremos llegar alli. Si deciden comandar a sus tropas a un conflicto unidad contra unidad, guarnición contra guarnición, el futuro sera un charco de sangre de profundidad incalculable.
Si bien nunca antes habíamos tenido tanta violencia latente y tanto forastero in situ, Venezuela no es ajena a situaciones de gobernabilidad exigua. Solo en los últimos veinte años, además de tres presidentes electos por voluntad popular, tuvimos cuatro mas como respuesta a situaciones imprevistas. Octavio Lepage fue Presidente por 16 días a la salida temprana del poder de Carlos Andrés Pérez. Lepage no fue aceptable para nadie y se recurrió a la figura de Ramón Velásquez para completar el período y garantizar las elecciones del 93. En abril del 2002, como consecuencia de la respuesta asesina del gobierno a una masiva protesta en la ciudad de Caracas, el presidente Chávez, lloroso y arrepentido, renunció ante los compañeros de armas y representantes de la iglesia Católica, fue sustituido por Pedro Carmona un líder empresarial que a las pocas horas se inmoló, cometiendo errores imperdonables en sus primeros nombramientos militares y luego con un decreto extemporáneo que le costó casi todo el resto del apoyo que tenía. Fue sustituido por Diosdado Cabello, quien se dice devolvió a disgusto - a las pocas horas - la Presidencia al retornante Hugo Chávez. Esto lo traigo a título de recordatorio. Venezuela ha estado sin guión en el pasado reciente y no sería muy sorprendente que tengamos situaciones de aquí al fin de año que tampoco conformen ni con un plan ni con lo que los constituyentes tuvieron en mente.
La encrucijada en la que nos encontramos es el resultado irreversible de mas de una década de ‘revolución’ caótica, de un monoteísmo político anacrónico y de circunstancias que fueron surgiendo de forma planificada y de manera fortuita. Venezuela, país que por décadas fue exportador neto de practicas y aliento democrático, no deja de sorprender. A pocos pasos de perder la lucha por la libertad, se encuentra ante un camino lleno de tropiezos, pero colmado de oportunidades.
Pedro M Burelli
En las ultimas semanas eventos planificados y otros fortuitos, secuenciados de forma casi mágica, han dado al traste con muchos de los escenarios comunes - incluidos los de este comentarista - sobre el futuro inmediato de Venezuela.
Errores de cálculo de distinta índole y comportamientos - colectivos e individuales - dignos de estudio, permiten divisar caminos de salida nuevos que si se transitan con buen juicio - y un poco de suerte adicional - nos permitirán sortear algunas de las peores e inmediatas consecuencias de esta destructiva ‘revolución’ Bolivariana.
No es que pasamos milagrosamente del pesimismo al optimismo, sino que pasamos de lo más malo a algo menos malo, del mal incalculable al mal cuantificable. Nada se dará sin esfuerzo y no hay ninguna garantía de éxito, pero al menos parecería que por un instante hay una alineación de circunstancias que permiten pensar que esa luz al final del túnel no es una mera ilusión.
Los errores (recientes) de HChF
Podemos comenzar este análisis de nuevas circunstancias evaluando la secuencia de errores recientes del Teniente Coronel Hugo Rafael Chávez Frías, quien, nos guste o no, sigue marcando la hora del diario quehacer de 28 millones de venezolanos. Estos errores de cálculo han reducido el margen de maniobra del régimen al mínimo y como resultado incrementado los opciones para toda una sociedad exhausta y arruinada por tanta confrontación, tan palpable incompetencia y tan peligrosa criminalización del poder.
Cuatro de los errores fundamentales fueron:
- Quiso hacer creer que ya no estaba enfermo y por tanto no necesitaba sucesores. Ordenó a sus tres ministros claves (incluyendo el Vicepresidente Elías Jaua, y al canciller Nicolás Maduro quien ya se sentía ungido) a optar por gobernaciones - a modo de medir sus respectivos liderazgos y aspiraciones con votos. Nuevamente - exhibiendo la parte irresponsable de su narcisismo galopante, quiso que se supiera que el chavismo sin Chávez es inviable, que el único legítimo es él. Con él todo, sin él caos. Pero lo peor es que Hugo Rafael Chávez Frías se creyó su propio cuento de sanación y llegó al extremo de decir - hace unos dias - barrabasadas como esta: “Antes tenía planteado quedarme a gobernar hasta el 2021 pero más bien lo estoy considerando hasta el 2031”. Se sintió inmortal ...
- Confiándose en encuestas complacientes - de encuestadores tarifados - concluyó que la oposición fracasaría en la primarias por una de dos vías (o las dos juntas): muy baja participación (estimaban menos de 1.3 millones; votaron 3.0 millones) y un voto dividido entre los tres primeros (con ninguno superando el todo importante baremo de 50%; Capriles se alzó con un muy cómodo 60%). Para garantizar que se diera esto, se dedicaron él, y los suyos, a ridiculizar el proceso de selección gerenciado con inusitada destreza por la Comisión Electoral de la Mesa de la Unidad. Chávez daba por sentado y pregonaba a diario que se abortaría las primarias o sería esta un evento bufo demostrativo de la debilidad de quienes lo adversan. Le fallaron los números ...
- Envalentonado, montó fastuosa celebración del vigésimo aniversario del fallido (pero mortal) golpe militar que lideró junto con otros jóvenes oficiales el 4 de febrero del 1992. Con sus aliados del ALBA presente, su principal intención era comunicarle a todos los militares este simple pero contundente mensaje: ustedes no tienen otra opción que yo; al final del día somos los nuevos Libertadores de la patria y yo Todopoderoso los declaro a todos ‘chavistas’. Buscaba consolidar la falaz narrativa bajo la cual los golpes del 92 no fueron fracasos sino los primeros pasos de una exitosa revolución que logró derrotar los designios del ‘imperio yanqui’ en Venezuela. También buscaba disuadir a sus opositores civiles - olvídense de ganar elecciones pues los militares no apoyarán el retorno de ustedes al poder. Para rematar, le mostró a ‘sus’ oficiales y soldados, a sus aliados, al país y al mundo todo el equipo militar que compró a Rusia, Bielorrusia y a otros en vez de invertir en viviendas, en salud y en educación. Fue una bacanal ‘roja, rojita’, armada hasta los dientes y tremendamente ofensiva para muchos dentro - y mas fuera - de la Fuerza Armada Bolivariana. Se le pasó la mano ...
- Conocido los resultados de las primarias - el mejor posible para la oposición, más allá de los cálculos mas optimistas, ergo, el peor posible para el régimen, fuera de cualquier estimación oficial - la reacción oficial fue instantánea, insolente, abusiva y se podría decir, demencial. Los insultos del presidente hacia Henrique Capriles llegaron a bajezas inusitadas (irónicamente llamándolo 'cochino' mientras los suyos lo acusaban de ser ficha del sionismo que quiere controlarlo todo). Era inocultable su ira, su frustración y su miedo. Capriles hizo lo mas efectivo en esos casos: lo ignoró por completo. Además, el regimen intentó (y se sigue tratando) utilizar al servil Tribunal Supremo de Justicia, y sobre todo a su Sala Electoral, para amedrentar a la oposición que con el apoyo silencioso - pero seguro - de militares ‘institucionales’ resistió firme la intimidante sentencia que ordenaba la recolección forzosa de los cuadernos electorales. Hoy enfrenta la Mesa de la Unidad (MUD) otras medidas judiciales pero ya con la certeza que son, estas medidas, sogas en el pescuezo de quienes siendo meros títeres pretenden ser jueces. Perdió la calma y la cordura ...
Ya para el día después de las sorprendentes primarias, el 'momentum' había cambiado pendularmente hacia Henrique Capriles - hacia la salida electoral y a la vista - y Chávez se veía como un demente, deambuleante y balbuceante.
Al instante, y así es que ocurren estas cosas, la mayoría de las Fuerzas Armadas entendió que había otra alternativa que tener que aguantarse a Chávez por 6, o mas, años. De repente había solo dos grupos en las FANB: unos criminales que se han arrodillado ante el autócrata y sus titiriteros en La Habana y por ello están hoy, vergonzosamente, en posiciones claves y todo el resto que ahora dice sin sonrojo (sea verdad o mentira) que "jamás fuimos chavistas, solo cumplíamos con un mandato constitucional y el Presidente Chávez fue elegido por el pueblo...el que venga recibirá idéntico apoyo...y hoy, mas que nunca, nuestro rol es asegurar que la voluntad popular no sea manipulada o burlada.” (cita textual de una conversación con un alto oficial en posición de hablar por muchos).
De la noche a la mañana pasamos de una institución diezmada por la hyper politización, las intrigas y la corrupción a una donde los elementos criminales están perfectamente al descubierto y se ven minimizados frente a una mayoría que ya no parece dispuesta a cumplir los caprichos de narco Generales y probablemente tampoco los del muy atolondrado Comandante en Jefe. Los Generales Rangel Silva, Alcalá Cordones y Suárez Churio podrán querer defender a Hugo Chávez hasta e final pero a menos que quieran propiciar una guerra fratricida - que les costaría la vida - seguramente entenderán que su mando efectivo - ese que permite movilizar tropas y no solo presidir desfiles - esta muy disminuido y quizá ya neutralizado.
Y de repente ‘volvió’ la enfermedad
La verdad es que el cáncer no se había marchado a ningún lado. Solo había dejado de existir en el imaginario, en los deseos, de ese 15% de venezolanos que según sondeos han mitificado a Hugo Chávez por convicción o por necesidad. El resto del país nunca creyó en la curación e incluso algunos hasta dudaban de una enfermedad que sentían había sido inventada para generar lastima e inflar - como en efecto sucedió - las cifras de simpatía en las encuestas.
Tras días de rumores torpemente toreados por sus mas cercanos voceros y colaboradores, Chávez tuvo que admitir - con visible molestia - que el sagaz y atrevido periodista Nelson Bocaranda tenía la razón y estaba mejor informado que Diosdado Cabello, ese nefasto Teniente golpista que recientemente había reaparecido bicéfalo en el tope del escenario político: jefe del PSUV, el partido de gobierno, y a su vez Presidente de la Asamblea Nacional. La forma en la cual Cabello entrompó - vía Twitter - a Bocaranda dejó claro que él - en contra de lo que muchos asumían - no es parte del muy reducido primer anillo de confianza y quizá tampoco esta llamado a ser el heredero.
Si el retorno de la enfermedad fue un baño de agua helada para el chavismo en general, la forma en que se manejó la comunicación fue una afrenta para quienes colaboran directamente con el enfermo. Ministros, vice ministros, directores generales de ministerios, diputados a la AN, presidentes de Institutos Autónomos y empresas del estado, altos oficiales de la FANB y embajadores quedaron como mentirosos y peor aun, como tontos útiles al servicio de un líder paranoico que no confía en ellos y que está enfocado en salvarse él y proteger a su familia, y en poco mas. Esta perdida de fe es corrosiva y las consecuencias pudieran ser irreversibles ahora que hay alternativa a la vista.
Los que se nos vino encima
La elección presidencial pautada - pero aun no convocada oficialicialmente por el Consejo Nacional Electoral - para el 7 de octubre, representa el horizonte mas distante que aguanta una discusión sobre el futuro de Venezuela. Ese constituye, lamentablemente y por ahora, el largo plazo. El estado de desarreglo y las múltiples incertidumbres aconsejan enfocarse en este plazo y hacerlo no solo como si fuese un período pre-electoral, sino entendiendo que será un período de muy frágil gobernabilidad donde no solo hay que ganar unas elecciones, sino que hay que ir preparándose para gobernar al ganarlas, o inclusive antes. Es difícil imaginar un periodo normal de transición post elecciones y bastante urgente imaginarse (y planificar) como se lograría - con éxito - un desembarco súbito en el poder.
Para simplificar - y no perder mucho mas tiempo - concluiremos que Hugo Chávez, a consecuencia de su enfermedad y/o por la terrible pérdida de credibilidad resultante de sus errores recientes, es incapaz de ser candidato. No obstante, será una obligatoria y controvertida figura de referencia en el muy complejo proceso político que se nos vino encima.
El problema que resulta de esta tajante conclusión es que no hay, ni habrá, un sustituto viable para Chávez en el gobierno o en la candidatura del PSUV. Chávez es un personaje con un carisma único, con unos desequilibrios emocionales únicos y con una forma de conducir el estado que no permite sucesores o segundos actos. El Estado ‘chavista’ es un disfraz hecho a la medida de una persona con talante autocrático que encalló y gobierna gustoso en el caos. Redirigir el aparato chavista implicaría poner en manos de gente sin legitimidad alguna - escogidos a dedo por un líder disminuido - las riendas de un aparato burocrático-militar que viene desbocado y que al detenerse (o devolverse) se le verían las costuras y se le volarían los pernos. Si el Comunismo no tuvo segundo acto ni en Moscú, ni en Bucarest, el chavismo - tutti-frutti tropical - ciertamente no sobrevivirá el ocaso de su Yo, todopoderoso.
¿Entonces qué?
Entraremos en lo inmediato en una crisis de gobernabilidad que tiene tres componentes: la desaparición efectiva (y quizá física) del líder único, la marginalización del chavismo (y de la influencia cubana) en las Fuerzas Armadas y el crecimiento de la alternativa que representa Henrique Capriles y las fuerzas democráticas que lo apoyan (y que tendrán que protegerlo).
Al aumentar las probabilidades de una derrota electoral, el chavismo se desmoralizará aun mas y por ende la gobernabilidad irá disminuyendo. Es muy probable que salgan al aire testimonios contundentes sobre lo que ocurre gobierno adentro, las traiciones - lo que los venezolanos llaman saltos de talanquera - serán diarias y la derrota puede que no espere a octubre. Un colapso súbito del gobierno tiene que ser considerado como un escenario bastante probable pues es difícil imaginar que el oficialismo va a aguardar paciente una derrota anunciada. La cámara lenta funciona bien en los deportes pero no así en el oportunismo político. Por ser alto el costo de perderlo todo, seguramente veremos actos violentos propiciados por quienes no van a saber entender que el juego se acabó (aunque sea 'por ahora'). Esta resistencia puede tener severidad diversa, pero de por si, lo que hará es precipitar aun mas el desenlace. No estamos hablando de un fin ordenado o desordenado, sino de un final posiblemente adelantado. Lo único que evitaría la derrota del oficialismo en las urnas es un desplome de la candidatura de Henrique Capriles producto de algún garrafal error o de un golpe certero del oficialismo. Esto sin embargo nos pondría no en la vía de una reelección chavista sino del caos mas absoluto.
El riesgo mayor en este período (y también luego) lo encarnan los elementos armados del chavismo y grupos criminales extranjeros que han montado guarida en el país con la anuencia traidora de las autoridades. No preocupan tanto los representantes oficiales y corporativos de China, Rusia y Brasil que, pragmáticos al fin, buscarán negociar arreglos con la oposición si continúa Capriles avanzando hacia la victoria. Lo que preocupa son las mafias variopintas, el Fidelismo que tiene a Venezuela como su caja chica y Plan B y por supuesto los millones de armas sueltas en un país donde la vida perdió todo valor y donde el odio de clases se tornó en política de estado. Es aquí donde el rol institucional de las Fuerzas Armadas tendrá que entrar a jugar. No tiene sentido andar de uniforme y jurar defender la soberanía, si no se busca recuperar de manera inmediata el monopolio de la violencia. No será nada fácil volver a poner a los militares en su rol de garantes de la constitución y efectivos preservadores de la paz, pero esa es su tarea fundamental en este momento y lo sera por muchos años mas. Es por esto que tenemos que entender que la salida pacifica, la salida electoral, la salida democrática pasa por los militares. Si deciden jugársela por el futuro de una nación libre, prospera y de veras soberana podremos llegar alli. Si deciden comandar a sus tropas a un conflicto unidad contra unidad, guarnición contra guarnición, el futuro sera un charco de sangre de profundidad incalculable.
Si bien nunca antes habíamos tenido tanta violencia latente y tanto forastero in situ, Venezuela no es ajena a situaciones de gobernabilidad exigua. Solo en los últimos veinte años, además de tres presidentes electos por voluntad popular, tuvimos cuatro mas como respuesta a situaciones imprevistas. Octavio Lepage fue Presidente por 16 días a la salida temprana del poder de Carlos Andrés Pérez. Lepage no fue aceptable para nadie y se recurrió a la figura de Ramón Velásquez para completar el período y garantizar las elecciones del 93. En abril del 2002, como consecuencia de la respuesta asesina del gobierno a una masiva protesta en la ciudad de Caracas, el presidente Chávez, lloroso y arrepentido, renunció ante los compañeros de armas y representantes de la iglesia Católica, fue sustituido por Pedro Carmona un líder empresarial que a las pocas horas se inmoló, cometiendo errores imperdonables en sus primeros nombramientos militares y luego con un decreto extemporáneo que le costó casi todo el resto del apoyo que tenía. Fue sustituido por Diosdado Cabello, quien se dice devolvió a disgusto - a las pocas horas - la Presidencia al retornante Hugo Chávez. Esto lo traigo a título de recordatorio. Venezuela ha estado sin guión en el pasado reciente y no sería muy sorprendente que tengamos situaciones de aquí al fin de año que tampoco conformen ni con un plan ni con lo que los constituyentes tuvieron en mente.
La encrucijada en la que nos encontramos es el resultado irreversible de mas de una década de ‘revolución’ caótica, de un monoteísmo político anacrónico y de circunstancias que fueron surgiendo de forma planificada y de manera fortuita. Venezuela, país que por décadas fue exportador neto de practicas y aliento democrático, no deja de sorprender. A pocos pasos de perder la lucha por la libertad, se encuentra ante un camino lleno de tropiezos, pero colmado de oportunidades.
Pedro M Burelli