Mis estudiantes…
Rafael Muci-Mendoza
Tener hijos es el privilegio y la responsabilidad más significativa de un ser humano. No sólo tenerlos, amarlos, cuidarlos, ayudarlos a crecer y luego dejarlos para que alcen el grácil y vigoroso vuelo al que tienen derecho; mientras, continuamos orgullosos y desde la distancia, siguiendo la trayectoria de sus sueños y realizaciones… Quisimos ser el molde de sus primeros actos, pero no para que fueran a nuestra semejanza o vivieran de nuevo nuestras vidas, sino para que de nosotros tomaran lo que consideraran bueno, evitando lo inconveniente y echando de lado aquello que no se adaptara a sus circunstancias. En el crisol de la rigidez, compostura y honestidad del hogar de un libanés y una flor de borra guariqueña, nacimos. El trabajo sostenido, infatigable y honrado fue el ejemplo. La frugalidad y la consistencia, la herencia. Principios grabados a fuego en la incipiente sangre que ahora nada valen en la barbarie. Cuarenta años de democracia imperfecta donde transcurrió parte de nuestra adolescencia y madurez, nos enseñó que el hombre vale por lo que hace y lo que reparte, no por lo que guarda y dice para engañar…
Esos jóvenes, movilizados por los resortes de recias convicciones obtenidas en libertad, son una muestra de los recursos de nuestra sociedad. ¡Qué orgullo, qué emoción! Son mis hijos, son mis alumnos, son una parte de mí mismo, trozos del corazón de un país que aún busca su identidad. Su firme determinación en el momento preciso, quedará para la posteridad como el ejemplo del joven que todos hubiéramos querido ser.
Los rapaces, confundidos ante su presencia no supieron qué hacer, sus mañas de porqueriza se desarmaron ante el candor de unas manos blancas y la determinación de unos corazones limpios que gritaron ¡ya basta!
rafael@muci.com
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